La Displasia de cadera es una de las enfermedades
osteoarticulares más frecuentes en perros; especialmente en aquellos de peso
superior a 20 kg, asociándose, sobre todo, a razas como el Pastor Alemán,
Golden Retriever, Doberman o Rotweiller entre otros.
La Displasia de cadera se debe a una incongruencia articular
entre la cabeza femoral y la cavidad acetabular; esto significa que las cabezas
femorales no van a estar bien sujetas, van a aparecer luxadas o subluxadas, por
lo que la cabeza del fémur va a “bailar” en la articulación.
El desarrollo incorrecto de la articulación tiene lugar
durante la fase de crecimiento del animal; la Displasia de cadera provoca
disfunción de la extremidad debido a la inestabilidad de la articulación, lo
que, a su vez, provoca dolor e inflama y debilita los tejidos adyacentes,
siendo muy frecuente la aparición de cambios degenerativos como la
osteoartrosis; además, el dolor causado en las extremidades posteriores hará
que el animal cargue más peso sobre las anteriores, por lo que aparecerá
atrofia muscular del cuarto trasero que agravará aún más la situación.
La Displasia de cadera es una enfermedad multifactorial y
hereditaria de tipo recesivo, pero no congénita; ¿qué significa esto? Significa
que el factor genético es el más importante, ya que se transmite de padres a
hijos, pero, un animal que tiene la enfermedad genéticamente, no tiene por qué
manifestarla, ya que en la aparición de la Displasia de cadera intervienen
otros factores como la obesidad, el desarrollo muscular o la nutrición; ese es
el principal problema de la displasia de cadera, ya que estos individuos
aparentemente sanos se utilizan en la reproducción de la raza haciendo que sus
descendientes sean susceptibles de padecer la enfermedad y, por ende,
extendiendo la misma. Se dice que la enfermedad no es congénita porque el
animal nace con la cadera sana y, a medida que va creciendo, aparecen las
alteraciones que son, principalmente, dos:
1. Las estructuras que estabilizan la articulación (cápsula
articular, ligamentos y musculatura), se alargan, haciendo que aparezca la
inestabilidad articular.
2. Se altera la orientación espacial de los huesos, ya sea
del acetábulo, del fémur, o de los dos a la vez.
Esto significa que la cabeza del fémur y la superficie del
acetábulo no van a contactar completamente, si no que será solo a través de
pequeñas superficies que serán las encargadas de soportar todo el peso de la
articulación, por lo que acabarán apareciendo las lesiones degenerativas.
Por ello, es importante controlar a nuestro cachorro,
especialmente si es de una raza predispuesta y tratar de obtener la mayor
información posible sobre el estado sanitario de los padres y de sus otros
hermanos, para que, en el caso de que se nos presente el problema, solucionarlo
lo antes posible.
El diagnóstico de la Displasia de cadera se realiza con una
buena inspección del animal por parte del veterinario junto con un examen
radiológico; sin embargo, hay que tener en cuenta, que en Europa, la FCI (Fédération
Cynologique Internationale) indica que no se puede certificar a un perro como
libre de displasia antes de los 12 meses excepto en razas gigantes en las que
la edad mínima es de 18 meses, y en EEUU, no se certifican hasta los dos años
de edad.
El tratamiento para la Displasia de cadera dependerá del
grado de degeneración de la articulación, pudiendo variar desde osteotomías
correctivas hasta artroplastias; nuestro veterinario nos aconsejará sobre ello dándonos
la mejor opción.
Espero que os haya gustado la entrada!!
BIBLIOGRAFÍA
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