miércoles, 20 de febrero de 2013

La Procesionaria del Pino


La oruga perteneciente a la especie Thaumatopea pytocampa, comúnmente conocida como la procesionaria del pino, constituye un gran peligro para nuestros perros; el momento más importante del ciclo tiene lugar al inicio de la primavera ya que, con el incremento de las temperaturas, las orugas migran en procesión; el destino es un sitio ideal para enterrarse y formar las crisálidas. Epidemiológicamente, el momento más peligroso es la procesión para el enterramiento, único momento en el cual las orugas se encuentran en el suelo, lo que atrae irremediablemente la atención de nuestros animales.






El perro y, muy raramente el gato, suelen ser las víctimas del contacto (aunque mucho cuidado también con los niños); éste se puede producir con la hilera de la procesionaria, con nidos caídos al suelo que hacen desprender en el entorno los pelos urticantes o, ocasionalmente, con pelos llevados por el viento que dan, por ejemplo, afecciones oculares.


Las localizaciones, el pronóstico y las secuelas de las lesiones están relacionados con la parte afectada, la intimidad del contacto y la precocidad del tratamiento. La localización más frecuente es la oral, afectando a la lengua o a los labios y pudiendo llegar a producir necrosis (muerte y posterior desprendimiento del tejido) si no se trata. A diferencia del hombre, las lesiones cutáneas son poco frecuentes.
La toxina que se libera de los pelos de la oruga ocasiona la liberación de histamina en nuestros animales, mediando así una potente reacción inflamatoria prolongada por la permanencia de los pelos que se quedan clavados a la zona. Hay que considerar también el contacto indirecto, es decir, no con la oruga directamente, sino con su nido, donde se encuentran exudados larvario y pelos urticantes, por lo que los nidos caídos pueden ser fuente de contagio. 

La sintomatología más frecuente es la del contacto oral; nuestro animal se mostrará nervioso, con degluciones rápidas, frotamiento del hocico con las patas e hipersalivación; también desarrolla glositis (inflamación de la lengua), estomatitis (inflamación del tracto digestivo) e, incluso, incapacidad de cerrar la boca. Si la oruga ha sido ingerida, el animal presentará vómitos. Al cabo de una hora aparecerá cianosis de la lengua principalmente e incapacidad de vaciar los conductos salivares.



Si dejamos progresar la sintomatología, pueden llegar a tener signos generales como disnea, edema laríngeo, hipertermia, convulsiones, respuesta inflamatoria sistémica, problemas de coagulación y, consecuentemente, sobreviene la muerte.

Por ello, el diagnóstico temprano es fundamental para limitar las secuelas, por lo que tendremos que explicarle a nuestro veterinario TODO MUY DETALLADAMENTE para que se pueda llegar al diagnóstico rápidamente y se tomen las medidas adecuadas.

Si queremos evitar la intoxicación de nuestra mascota, la mejor medida a tomar es evitar la exposición y, si hay nidos en nuestra propiedad, deberemos eliminarlos (muy importante evitar el contacto directo y utilizar protección ocular), evitando que caigan de golpe y sin viento para evitar la propagación de los pelos. Los nidos deberán quemarse. También se pueden utilizar insecticidas, ya que las formas larvarias son muy sensibles a los mismos.

BIBLIOGRAFÍA

No hay comentarios:

Publicar un comentario